‘La mirada como escenario de relación’. Por Roberto Aguado

Las emociones tienen una importancia crucial en nuestras vidas. En todo momento y lugar y más en estos momentos de pandemia. La gestión emocional es especialmente relevante en los centros escolares, en la infancia y juventud. De ahí surge el modelo VEC (Vinculación Emocional Consciente) que ayuda a gestionar las emociones.

Así lo explica Roberto Aguado, psicólogo y autor del modelo que despierta emociones positivas en el alumnado.

La mirada requiere de contemplación, si no existe, ya no miramos, simplemente vemos. Ver y mirar es muy distinto; cuando miramos, empleamos los ojos de la mente, dándonos una oportunidad para conocer en profundidad lo que estamos contemplando.           Nuestra mente se relaciona con la realidad bajo expectativas programadas en forma de creencias, moldeadas por todos los referentes que nos han mostrado como deben ser las cosas. Sin duda, hay dos referentes cruciales: padres y madres en el microcontexto, y maestros y maestras en el mesocontexto.

Y es que no somos conscientes de todo lo que sucede. Nuestro cerebro cognitivo principalmente atiende aquello que ya conocemos, siendo invisible todo lo que ignoramos, simplemente por ser desconocido, convirtiéndose en inexistente, cuando no imposible, bajo nuestra vara mental de medir.

            Hablamos de mirada desde el más estricto lenguaje figurativo, como indica Saint-Exupery (1943): “La esencia de la vida no se encuentra en lo que tus ojos ven, se encuentra en lo que hace que tu corazón sienta”.

            La mirada tiene más que ver con el cerebro que conecta con el corazón, de tal manera que dependiendo del acorde con el que se acompasa lo admirado, se determina lo vivido. Y el corazón está directamente activado por el motor adaptativo que en cada momento hemos determinado desde estructuras muy inconscientes. Ese motor es la emoción.

Cuando tu corazón mantiene un ritmo en el acorde adecuado para la situación que estás viviendo, puedes convivir con cordura, y aunque estar cuerdo, tener cordura, tenga como principal significado: “obrar con reflexión, cavilación, ponderación, sensatez, buen juicio, mesura y madurez”, realmente cordura, que proviene del latín cor-cordis (corazón, centro), nos lleva a “la persona cuerda”, que es aquella que activa en su corazón el acorde adecuado, para el acontecimiento que está viviendo.

La inteligencia emocional podría ser definida como la capacidad de elegir, entre las posibles, la emoción más adaptativa o útil para la situación que vivimos. Y es ese corazón en acorde para adaptarse a aquello que esta sucediendo, lo que nos permite dar una respuesta coherente, cada tres segundos, desde el séptimo mes de gestación hasta el día de nuestra muerte.

Pero para que podamos tener esta inteligencia, es necesario ser conscientes de la emoción que hemos activado, ya que la emoción es la primera en decidir. Y 600 ms después reflexionamos. La capacidad de poder sentir de manera consciente la emoción que nos impulsa a realizar una acción determina nuestra inteligencia V.E.C (Vinculación Emocional Consciente).

Por todo ello, la comunidad educativa debe ser un ejemplo desde su inteligencia V.E.C., para permitir que el menor vaya esculpiendo un destino grato y lleno de esperanza, siendo crucial posicionar la inteligencia V.E.C. del docente, como plataforma que propicie la inteligencia V.E.C. del menor, ya que hoy sabemos que solo desde la vivencia en emociones C.A.S.A. (Curiosidad, Admiración, Seguridad y Alegaría),  sucederá el éxito del menor en su bienestar, convivencia y resultados académicos curriculares.

Toda la estructura organizativa de los centros EBI son ejemplo de saber mirar desde un corazón en emociones C.A.S.A., y por ello consiguen salvar vidas.

Roberto Aguado

Autor del modelo de Inteligencia V.E.C.

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