Los niños y los adolescentes viven a flor de piel los acontecimientos de su día a día, aflorando en ellos un cúmulo de emociones que, sin duda, les influyen de manera determinante. Poder gestionar esas emociones, identificarlas y ajustarlas de un modo más conveniente en cada momento se ha convertido en una herramienta fundamental para conseguir mejorar su salud afectiva.
Todo ello deriva en una mejora de su día a día: consigo mismos, con sus amigos, sus familiares o sus estudios.